miércoles, 24 de febrero de 2010

¿Cuando parará la lluvia?

Abre los ojos.

Los escaparates miran las obras de la ciudad con un reflejo borroso.

Los maniquíes de Prada flotan en su espacio de cristal con los ojos cerrados, como larvas de una película de ciencia ficción fashion y aceptan su destino de polvo y agua producto de la lluvia y las inclemencias de la calle.

Muy cerca, los de Max Mara han adoptado la estrategia de sus vecinos de Carolina Herrera y prefieren no tener cabeza para poder simplificarse sólo en cuerpo.

Para qué pensar (pensarán)

Los cajeros, testigos divertidos de la escena, les sacan su lengua de papel propia de a quien no le importa saber el saldo de sus números.

Llueve y al asfalto se le riza el alquitrán, lo cual le molesta profundamente puesto que su perfil aparecía apisonado y niquelado de peluquería topográfica y ahora es una onda parecida al flequillo de Jon Kortajarena.

Un periódico escupe un nombre raro. Enmanuele Umberto Reza Ciro Rene María Filiberto (de Saboya), que supone una negrita elevada al cubo de la basura. ¿Para qué tanto nombre? ¿Cual de ellos pondría en su tumba? ¿A qué son aficionados los ricos sin clase (¿qué es la clase?) para cargar con tanta letra?

Un chico guapo llama Señora a una señora que toma un cortado ultra corto de leche y piensa que, quizás, sea esa ya su franja horaria y acepta su nuevo título.

Llueve, y los obreros a pie de tierra piensan en la suerte que tienen pudiendo estar (como están) rebozados de obras en la sartén antiadherente de la ciudad.

¿Cuando parará la lluvia?

martes, 16 de febrero de 2010

Con un chasquido

Las verdaderas estrellas no aparecen cuando todo el mundo las prevé sino cuando a ellas les da la gana y están rodeadas de pequeños asteroides que no les alcanzan en brillo y fulgor, con lo cual su estela es mayor.

Ole Pedro, te los cargaste a todos con un chasquido.

Que mala es la envidia...

lunes, 8 de febrero de 2010

Carta a un místico, que no carta mística

Querido ZP,


Lo primero de todo, darte mi más sentido pésame. España está a punto de ser engullida por la taza del water universal que rige nuestros destinos económicos, ergo personales, y va a terminar flotando en el mar como un trozo de porexpán tirado por alguien que acaba de comprarse una tele de plasma y no espera a que pase la garantía para tirar la caja.


¿Sabes? A mi me pasa como al niño de “El sexto sentido” que en ocasiones veía muertos. En mi caso, en ocasiones tengo percepciones muy fuertes sobre cosas que pasan en la vida diaria y que luego resultan ser ciertas. La semana pasada tuve una enorme contigo, y eso que estaba inmersa en otras vicisitudes laborales que me nublaban el sexto sentido de las intuiciones.


Te ví en caída libre, en la madre de todas las caídas libres, tirando de la anilla del parachute, con el horror marcado en tu cara, sin poder abrirlo de ninguna manera y pegándote un hostión de los que hacen afición. Los 3,6 puntos que daban a tu partido por debajo de la oposición (o sea, de ese señor sin dentadura aparente, que está esperando sentado en un sofá confortable a que la cagues aun más) se iban a incrementar en progresión geométrica (o aritmética, o las dos juntas) y el país se iba a convertir en un clamor pidiendo a gritos que cambiaras de política económica o que cambiaras, simplemente.


Te lo digo desde el cariño de alguien que se alegra de que pongas énfasis en las políticas sociales, que le des carta de naturaleza a que dos tíos o dos tías se casen sin que nadie les meta en la cárcel por escándalo público y porque tus hijas me caen bastante bien, en contra de la opinión de muchos que quizás si aguantaron a los hijos pijos del gobernante que nos metió en la guerra de Irak y que ahora dice que eres el peor presidente que ha pasado por aquí.


Por lo pronto yo invitaría a irse a nuestra ministra de economía y te animaría a pedir ayuda. Yo lo hago con mis amigos, ellos lo hacen conmigo, tú deberías hacerlo. Llama a Felipe, llama a Ibarra, llama a tu mejor amigo, habla con tu mujer, desayuna con periodistas especializados, con amas de casa, con jubilados, parados....A veces se está tan dentro del bosque que no se pueden ver los árboles.


Si quieres hacer reformas económicas, tales como la jubilación a los 67, te animo a que vengas conmigo un día (disfrazado de algo, pq sino te reconocerían) a la oficina de correos donde suelo (intentar) certificar las cartas. Cinco funcionarios me miran coger un ticket absurdo de pescadería mientras están sentados en sus sitios. Atienden dos.


Yo me quejo porque, cuando algo es injusto y tengo prisa (o es injusto a secas) no me duelen prendas a decirlo sin ambages, y las respuestas que obtengo a la petición de que me atiendan son surrealismos como “es que no hay más gente porque están en su rato de descanso” o “es que no hay más personal” (si no hay más personal, porqué coño atienden dos y los tres restantes están pensando cosas como:

A.¿A quien van a nominar en GH?

B. ¿Que voy a cenar esta noche? Quizás debería ponerme a régimen.

C. ¿Cuanto me queda para que me venga la regla? Tengo que comprar tampax...


El tema es, si tú y tu equipo decidís que los trabajadores curremos durante más tiempo, ¿porqué no aplicarles la medida a este tipo de gente que no da palo al agua y el servicio que presta es deleznable?. No es lo mismo un minero que un funcionario de correos.


¿Conoces el Monasterio de Yuste? Yo sí, Carlos I de España y V de Alemania lo frecuentó un tiempo, hasta que murió. Igual una pequeña estancia allí con tu equipo haga que uno de los gobernantes más poderosos que ha habido en el lugar donde vivimos, y que dirigía un imperio donde no se ponía el sol, pueda insuflarte espiritualmente algunas ideas para manejar todo este desaguisado en el que estamos y que debes arreglar a.s.a.p.

Suerte, que la necesitas mazo.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Parafraseando...

...a Raúl del Pozo

"No vale James Bond sino Odiseo"

martes, 2 de febrero de 2010