miércoles, 4 de marzo de 2009

El hombre del agujero en el bolsillo

Érase una vez un hombre con un agujero en el bolsillo derecho del pantalón.

Se dio cuenta de que su dinero se transmutaba en una suerte de bilocación geográfica cuando un día, y a los dos minutos de ponerse los zapatos de cuello vuelto (así llamaba a sus botas), se encontró una especie de china en la planta del pie derecho.

Como no tenía ninguna otra mitad que le cosiera el abismo por donde se iban sus cuartos, cambió el minibanco de sus ahorros al bolsillo izquierdo y, cuando tenía que pagar el pan, instintivamente se llevaba la diestra a su homólogo derecho en el pantalón, encontrándose de contínuo con el agujero infiel.

De tan poco tiempo disponía el hombre del agujero en el bolsillo para coserlo que dejaba pasar los días, y las noches en las que trabajaba como animador de un chat porno, sin arreglar el entuerto mientras el pantalón entraba cien veces en la lavadora centrifugándose otras cien veces más.

El agravante inevitable de llevarse la mano al bolsillo más lejano, hacía que el agujero inesperado se hiciera un volcán de vacío en el que todo iba al pie y tenía constantemente que agacharse para recoger los frutos de su trabajo a la tierra donde posaba sus botas.

Un día, cansado de tanto corregir sus movimientos, decidió utilizar la izquierda para poder comprar el pan y la vida siguió su curso.

Pasaron los meses, el pantalón murió de viejo y, al tomar repuesto de el, de manera impostada ponía su dinero en el bolsillo izquierdo, empezando a usar la siniestra para coger el teléfono cuando llamaba al fontanero porque la caldera se le había estropeado o a escribir cartas de amor a una chica que había conocido una de esas noches en las que era "Pelayo" en el chat porno con el que completaba sus ingresos diurnos de oficina.

El día en que conoció a "Belinda", y por deformación profesional de sus mañanas como ejecutivo, le dio la mano izquierda y dos besos. Ella era zurda y se sintió muy cómoda al recibir otra mano distinta a la que todos le daban. Entonces le contó como en el colegio intentaron corregirle la zurdez, pero su testarudez se negaba a lo que le decían, pudiendo llegar a la edad adulta con su virginidad de mano izquierda intacta. Él no dijo nada, solo la miró a los ojos con el mismo brillo que se ponen las niñas chicas en los labios cuando su madre les prohibe pintarse con carmín rojo y epatar a los niños llenos de granos.

Meses después, y una vez hincó su rodilla izquierda en tierra para pedirle a "Belinda" (que, en realidad se llamaba Dolores) que se casara con él, se fueron a vivir juntos. Ella le enseñó a coser y, desde ese momento, ya pudo arreglar todos los agujeros que le nacían en el bolsillo izquierdo de todos los pantalones posteriores.

Dedicado :)

Porque la cordura no existe desde que llegamos, como habichuelas con ojos, a este mundo convulso...




B y A


4 comentarios:

pikaia dijo...

Aysss... :) "habichuelas con ojos" :)) 'habichuela', me gusta esa palabra.
Me ha encantado tu relato y el video, a pesar de ser un anuncio. Es cierto, el tiempo pasa rápidamente y no hay que dejar para después lo de ser feliz, hay que disfrutar todo momento que se pueda.
Un abrazo

Anónimo dijo...

la vida, vivir para contarla...
besino

Marina Judith Landau dijo...

Un abrazo muy fuerte, en el día de la mujer. Y a seguir adelante, con todas las fuerzas, cada una en lo suyo. Que todavía hay mucho por hacer.

sinfonía agridulce dijo...

Dondelohabrédejado, el día de la mujer es todos los días, aunque en algunos de ellos nos acordemos más porque la prensa lo recuerda. Siempre queda todo por hacer. Besos

Montse, vivir y ver :)

Pikaia, si te gusta la palabra "habichuela" me imagino donde puedes haber nacido :)

ByA